
«Señorita, se le ve la hilacha», de Daniela Castillo Cortez: una red viva que se teje en el espacio
por Marcelo Rodríguez
Belleza, misterio y técnica se conjugan en la reciente obra de esta artista chilena residente en Buenos Aires, donde las formas parecen tejidas en el espacio tridimensional por las propias fuerzas elementales.
Además de invitarnos a habitar un inquietante y misterioso universo inequívocamente femenino, lejos del canon y ajeno a toda corrección política, la instalación de Daniela Castillo Cortez en la Habitación 19 de Los Patios de San Telmo se pone –probablemente sin buscarlo– en contraste casi violento con las estéticas hegemónicas a que nos tiene acostumbrados la virtualidad digital.
Las oscuras formas que se dibujan en el aire en Señorita, se le ve la hilacha no dejan de remitirnos a la imaginería de fondos azules etéreos surcados por figuras brillantes e intangibles que inundan la pantalla y nuestras mentes cuando hablamos de redes y de técnica. La obra funciona, de hecho, como un negativo exacto de esa iconografía de luces azuladas en el infinito, tanto en lo conceptual como en lo visual: formas flexibles, tensas pero ásperas, rayos negros que encuentran su fundamento en la rigidez de un fondo blanco.
La experiencia de visitar a esta misteriosa dama de luto tejida con hilo en el espacio tridimensional inspira desde el inicio la visión de algo oscuro: como una fuerza de la naturaleza, o un enjambre de materia viva al que la tensión da movimiento y es necesario adentrarse para descubrir que todo está fijo y anclado allí, en la sólida rigidez de las paredes, el suelo y el techo.
Vórtice, cálculo, tensores, resistencia, campos de fuerza: el sentido común no asocia estas palabras con la paciente y tradicional tarea femenina –y que el término resuene– del bordado. Quizá porque, además, la tradición de esta técnica es bidimensional: el bordado sólo adquiere cuerpo cuando se amolda para cubrir a otro objeto. Pero estas no son leyes naturales, y se quiebran ni bien la inquilina de este cuarto de San Telmo muestra la hilacha, y esa compleja hilacha adquiere suficiente autonomía como para ocupar el espacio a su manera.
En la cercanía del detalle sorprende, como revelación, esa tensión que le da vida a la red, y que no obedece a la magia de oscuros algoritmos sino al laborioso arte del bordado y al profundo estudio de la geometría del espacio real; el espacio que habita el cuerpo, donde hasta la aspereza del hilo remite a la olvidada identidad entre lo materno y lo material. O, traducido: más allá de lo imponente del montaje y la originalidad de la idea, el trabajo es una maravilla en cada palmo.
Hay un rostro de mujer que emerge de la zona más oscura y densa del entramado que anuda y entrelaza el orden con el caos. Es un rostro hecho, literalmente, del mismo material que le da origen. Lo propiamente humano es apenas una manifestación –a veces– más sutil de las fuerzas originarias.
Pero lo que describimos de esta obra, donde la técnica luce como técnica, es apenas la condición de posibilidad para que todo en ella funcione y se abra en esa zona del espacio un universo semántico un poco ambiguo, pero fundamentalmente inagotable. Cuando alguien “muestra la hilacha” deja en evidencia el material de que está hecho, pero además abre su ser involuntariamente a la mirada y la interpretación del otro. Y la enigmática ocupante de la Habitación 19, que parece tener mucho que ocultar, se muestra gracias a la labor de la artista dejando para sus convidados un universo intrigante, y una experiencia estética y reflexiva única.
Señorita, se le ve la hilacha consolida a esta artista en el camino de las mejores iniciativas contemporáneas por reconciliar la innovación conceptual con el trabajo –en el sentido de labor que implica al cuerpo y al intelecto–, un trabajo que ocupa el tempo y el espacio reales. Y es una instalación que está viva porque es, al mismo tiempo, construcción y explosión, cohabitando el espacio con el cuerpo del visitante.
> Marcelo Rodríguez es periodista, escritor y docente. Publicó cientos de artículos periodísticos en medios gráficos y digitales de Argentina y del exterior y es autor, entre oros libros, de Historia de la salud (Capital intelectual, 2011), Historia de la inteligencia (ídem, 2013), Ser y comer (Urano, 2015) y ¿Quién llegó a la Luna? (Libros del Rojas, 2020, en colaboración). Es Doctor en Epistemología (Universidad Nacional de Tres de Febrero) y docente en cursos de grado y posgrado en la Universidad de Buenos Aires (UBA), Universidad Tecnológica nacional (UTN), Universidad Nacional Guillermo Brown (UNAB) y Universidad Nacional de Río Negro (UNRN). En el ámbito académico investiga y publica principalmente con foco en la comunicación pública de la ciencia y las tecnologías digitales.
> Daniela Castillo es una artista textil chilena de la región de Atacama, reconocida por sus trabajos innovadores que exploran temas de identidad y comunidad a través de vibrantes técnicas textiles. Ganó protagonismo con su pieza de gran formato Amara, presentada en la 3ª Bienal Black de Río de Janeiro. El recorrido artístico de Castillo incluye la participación en diversas exposiciones en Chile, Argentina, Costa Rica y México, además de recibir reconocimientos como el Primer Premio de Mediano Formato del XX Salón de Arte Textil del MAP, 2024. Su trabajo enfatiza los aspectos emocionales y relacionales del ser humano. IG: @daniela_castillo_co

